Esencia viva
- Annie
- 2 abr
- 1 Min. de lectura
Todo lo que una planta ha sentido —el calor del sol, la humedad de la tierra, la danza del viento— queda guardado en su interior como un secreto aromático. Ese secreto, cuando se libera, se convierte en esencia.
Los aceites esenciales son la expresión más pura y concentrada de ciertas plantas, flores, raíces, cortezas o resinas. Son extractos vivos, volátiles, que al entrar en contacto con nuestros sentidos pueden transformarnos: física, mental y energéticamente.
Cada aceite tiene su propia frecuencia, su propio mensaje. Algunos nos calman (como la lavanda o el incienso), otros nos activan (como la menta o el romero). Algunos limpian, otros protegen. Todos nos invitan a volver al cuerpo y a la respiración.
Usar aceites esenciales no es solo una práctica aromática. Es un ritual sutil que despierta memorias, emociones y sensaciones profundas. Nos conecta con lo natural, con lo que es más antiguo que nosotrxs.
Formas de uso:
Difusión: En un difusor de esencias, para purificar el ambiente o crear atmósferas específicas.
Aplicación tópica: Diluidos en un aceite portador (como jojoba, coco o almendra), pueden usarse en puntos de pulso o zonas de tensión.
Baños aromáticos: Unas gotas en la bañera o en una mezcla de sales para relajar cuerpo y mente.
Meditación y respiración consciente: Una gota en las palmas, inhalando profundamente, para anclarte en el presente.

Más allá de sus propiedades terapéuticas, los aceites esenciales son recordatorios. De la belleza. De la presencia. Del poder que tiene lo invisible para movernos, elevarnos, sostenernos.
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